miércoles, 6 de febrero de 2013

LA JUSTIFICACIÓN SEGÚN EL APÓSTOL PABLO Y SANTIAGO


Autor: Vitalie Mindru

Introducción
El tema de la salvación es el tema central de la Biblia. Para explicar el proceso de la salvación la Biblia usa diferentes términos. Entre los términos que se usan, es el de la justificación.
El presente trabajo es un análisis bíblico de la justificación. El análisis se limita sobre todo a los libros del apóstol Pablo; Gálatas y Romanos y la epístola de Santiago. Los objetivos principales del trabajo son; presentar de manera general lo que la Biblia enseña sobre la justificación, analizar la posición de Pablo y Santiago con respecto a la justificación y ver las diferencias entre los dos. Y al final, analizar la relación que hay entre la fe y las obras en el proceso de la salvación.

I.                   La salvación y la justificación en el NT

En este capítulo se explica el concepto de la justificación y se presenta de manera general el concepto de la justificación en el I siglo d. C. tanto desde el punto de vista del judaísmo, como del punto de vista del Nuevo Testamento.




1.      El concepto de la justificación
La justificación está relacionada con el tema del pecado, el tema de la ley y está dentro de un tema más grande que es la salvación. Sin adelantarnos mucho podemos decir que la salvación requiere la justificación del pecador.
Una de las definiciones del pecado que encontramos en la Biblia es, la transgresión de la ley (1Jn 3:4), es decir estar alejado o en contra de la voluntad de Dios. Debido a su naturaleza pecaminosa, el pecador se encuentra en un estado de culpabilidad, de condenación. (Ro 6:23). Para poder salvar al pecador, Dios necesita justificarlo para ser consecuente con su voluntad que es expresada en su Ley.
En el NT la justificación se presenta como algo que viene de Dios y se le imputa al hombre. Pablo lo explica de la siguiente manera: por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que hay en Cristo Jesús. (Ro 3: 23,24)


Según el Diccionario de Teología de Harrison, justificar (dikaio) es “pronunciar, aceptar y tratar como justo”, como no sujeto a castigo y con derecho a todos los privilegios que se les debe a aquellos que han guardado la ley…, es un término forense, que denota un acto judicial en el que se administra la ley – en este caso por medio de declarar un veredicto de absolución, y de esta forma, excluyendo toda posibilidad de condenación. Así, la justificación establece el estado legal de la persona justificada.[1]

2.      La justificación en el I siglo d.C.
La lectura del NT presenta una religión judía que se caracterizaba por un fuerte enfoque puesto en la observancia de la Ley, muchos judíos vivían la vida religiosa de manera muy legalista. El estudio del contexto histórico del judaísmo del I siglo d. C. explica cómo se llegó a esta situación.
Debido a la incredulidad y a la apostasía, Dios permitió que los habitantes de Judea fueron llevados a la cautividad babilónica en el VI siglo a. C. En medio del sufrimiento y de la servidumbre, el pueblo comprendió que el castigo era consecuencia de la desobediencia. Poco a poco se propusieron a ser más estrictos con la observancia de las leyes de Dios.
Otro evento importante en la vida del pueblo judío ha sido el intento del emperador sirio Antíoco Epífanes de helenizar a los judíos en el II siglo a. C., prohibiéndoles los elementos básicos de su religión, los servicios en el Templo, guardar el sábado, la circuncisión. Como reacción a esto, se levantaron muchos a luchar para preservar la identidad nacional-religiosa. Poco a poco la observancia de la Torá se ha convertido en el centro de la religión judía.
El profesor Badenas explica esta situación del judaísmo de la siguiente manera:
La excesiva exaltación de Moisés y la Ley entre el retorno del exilio y la época de Jesús, nos permite entender ciertas reacciones del NT. Con el paso del tiempo, bajo la influencia farisea, la tradición oral sacraliza y da fuerza legal a un acervo de preceptos añadidos, acumulando clausulas y excepciones a una casuística cuya complicada observancia acaba oscureciendo la noción de salvación con importantes consecuencias en la percepción de la religión.
… se comienza a considerar el conjunto de la revelación como un código más que como un ideario. Esforzándose mas por “guardar” la Ley que por “andar” en ella, los fariseos fomentan, sin quererlo, el paso del “nomismo” al legalismo.[2]

Los evangelios presentan el rechazo por parte de Jesús de esta actitud legalista extrema, que chocaba con la oferta salvífica de Cristo. El conflicto era entre el concepto judío de la salvación a través de las obras de la Ley y la salvación que ofrecía Jesús, como un don gratuito por parte de Dios. La justificación era comprendida como algo que se ganaba por la observancia de la Ley.
El fariseísmo buscaba a través de “la santificación de las obras” y por el camino del ejercicio de la voluntad lo que el NT atribuye al resultado de la obra del Espíritu Santo. La diferencia reside en poner el énfasis  en la voluntad humana o en la acción divina. Porque todo puede vivirse de forma legalista o de un modo espiritual.[3]

II.                La justificación en los escritos de Pablo
La argumentación de Pablo sobre la justificación se debe analizar en el contexto de la lucha que el apóstol  tiene contra los así llamados “judaizantes”. Es decir contra un concepto de justificación basado en el esfuerzo humano, la justificación que el hombre puede ganar por sus méritos. Por motivos que vamos a considerar en este capítulo, Pablo está en total desacuerdo con la posición judaica del I siglo, sobre la justificación.

1.      La justificación en Gálatas
La epístola del apóstol Pablo a Gálatas fue escrita lo más probable a finales del año 57, y a los Romanos poco después en 58 d. C. Los argumentos que presenta en Gálatas en cuanto a la justificación por la fe, las va a desarrollar más en Romanos.
Como se mencionó anteriormente el tema de la justificación en Gálatas debe analizarse a la luz del conflicto que el apóstol tenía con los judaizantes. Los judaizantes (llamados falsos hermanos Gal 2:4) de la región de Galacia enseñaban que los gentiles debían someterse al rito de la circuncisión para poder salvarse. Sabiendo que esto iba en contra del mensaje del Evangelio, Pablo escribió a los gálatas advirtiéndole sobre el error. En su carta él presenta su tesis sobre la justificación por la fe.
En Gal 2:15-21, confrontando a Pedro por una conducta farisaica, el apóstol dice que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado. En v. 21 llega a decir, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo. En otras palabras Cristo crucificado es nuestra justificación, la muerte sustitutoria de Cristo es la esperanza de la salvación.
En capítulo 3, Pablo presenta el ejemplo de Abraham cuya fe fue contada como justicia. Y dice que todos los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham (3:9). Luego en 3:21,22, el apóstol dice, si se hubiera promulgado una ley capaz de dar vida, entonces sí que la justicia se basaría en la ley. (NVI) Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.
            El apóstol argumenta que la justicia (justificación) no se basa en la Ley, porque todos están bajo el pecado, es decir todos están excluidos de la promesa de Dios. La Ley no hace más que enfatizar la pecaminosidad por lo cual cualquiera está excluido. Entonces la promesa es ofrecida solamente por la fe en Jesucristo. Luego él dice que no hay ninguna diferencia entre los judíos y los gentiles, y que todos los que son de Cristo son descendientes de Abraham y herederos de la promesa. (3:29) Todos tienen derechos iguales para la salvación.
            En capítulo 5, Pablo empieza diciendo que la circuncisión de nada aprovecha. Y advierte a los que quieren ser justificados por la Ley de que esto conduce a la separación de Cristo y la caída de la gracia. (5:4)
            La justificación por las obras de la Ley puede resultar atractiva para algunos, tener méritos para con Dios es algo con que jactarse. Sin embargo Pablo muestra la insensatez de este pensamiento, debido a que todos están bajo el pecado y la condenación de la Ley. De esta situación se puede salvarse solamente si Dios ofrece su propia justicia al pecador arrepentido, la justicia de Cristo. Esta argumentación el apóstol la va a desarrollar más en la epístola a los Romanos.

2.      La justificación en Romanos
La más importante argumentación del apóstol Pablo sobre la justificación está en su carta a los Romanos. Para algunos la carta a los Romanos representa el colmo de la teología paulina. El apóstol empieza afirmando que “los que obedecen la Ley serán justificados” (Ro 2:12,13). La afirmación está en el contexto de la comparación entre los judíos que tienen la Ley y los gentiles que no la tienen.
En otras palabras el apóstol les está diciendo a los judíos que ellos tienen la Ley (toda la revelación de Dios especialmente los libros de Moisés) y si obedecen esta Ley son justificados. Esta afirmación está en armonía con el concepto judaico sobre la justificación.
Pero en el capítulo 3, Pablo afirma que tanto judíos como gentiles están bajo el pecado, y que no hay justo ni aun uno. (Ro 3:9,10) En otras palabras en realidad nadie obedece la Ley, debido a que son incapaces por culpa de la naturaleza pecaminosa. Concluye diciendo que por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado. (Ro 3:28)
A continuación el apóstol presenta la justicia de Dios que es por medio de la fe en Jesucristo. Y todos los que creen en Jesús son justificados gratuitamente y que no hay ninguna diferencia entre los judíos y los gentiles. Esa justificación por la fe es para todos. Como los judíos se vanagloriaban con su justicia, Pablo les dice ya no hay ningún motivo para jactarse, porque son justificados gratuitamente por su gracia. (Ro 3:24)
En el capítulo 4, Pablo presenta el ejemplo de Abraham, diciendo que Abraham ha sido justificado por la fe antes de ser circuncidado y luego recibió como señal exterior de su fe la circuncisión.
Para los judíos el padre Abraham tenía méritos delante de Dios, pero el apóstol argumenta con la Biblia que esto no es así, sino que Abraham creo a Dios y le fue contada esta fe por justicia. (Ro 4:3) El resumen lo dicho en la primera parte del cap. 4 es: Abraham ha sido justificado por la fe antes de recibir la circuncisión; los que no tienen la circuncisión pero creen de manera cómo creyó Abraham también son justificados por la fe; la circuncisión no tiene ningún valor meritorio.
Al final del capítulo 4, Pablo dice que Jesús fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación. (Ro 4:25) En otras palabras Jesús resucitado es nuestra justificación.
La primera parte del capítulo 5, sigue diciendo que el resultado de ser justificados, es que tenemos paz con Dios, que somos salvos de la ira de Dios, la ira contra el pecado. Luego el apóstol hace una comparación entre Adán y Cristo, diciendo entre otras cosas que a través de Jesús vino la justicia que produce vida. (Ro 5:18)
En el capítulo 6, el apóstol dice, que aquel que ha muerto al pecado, ha sido justificado del pecado. (Ro 6:7) y luego añade, libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. (6:18)
En Ro 8:28-30, Pablo afirma que tanto la justificación como la salvación, no ha sido una reacción de Dios posterior al pecado, sino una decisión tomada mucho antes. Dios decidió justificar y salvar en Jesús a todos los que él conoció de antemano.
En los capítulos 9-11, Pablo trata varios temas: la situación de Israel, el remanente de Dios, y la salvación para los judíos y para los gentiles.
En Ro 9: 30-33, Pablo dice que los gentiles aunque no buscaban una justicia, han alcanzado la justicia que es por la fe, en cambio Israel que buscaba una justicia dependiendo de las obras de la Ley no alcanzo la justicia. Es decir todo el esfuerzo para ser justificados, ha sido en vano. Incluso, Pablo hace una relación entre ser justificado por fe y ser descendiente de Abraham. Es decir si eres justificado por fe entonces eres descendiente de Abraham. (Ro 9:6,7)
Ro 10:3, es el versículo más claro, donde Pablo explica muy bien en que consistió el fracaso de Israel. Él dice de ellos que, ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. En Romanos, Pablo explica que la justicia que ellos procuraban alcanzar es la justicia que se gana por las obras de la Ley, o por la observancia de la Ley (no solamente los diez mandamientos, sino también toda la legislación ceremonial, etc.). Para Pablo la justicia que ofrece Dios es la justicia de Cristo que se recibe por la fe.
En Ro 10:4, Pablo concluye otra vez diciendo que la finalidad, (el propósito) de la Ley es conducirnos a Cristo para la justificación de todo aquel cree. En otras palabras no es la Ley lo que justifica sino Cristo.
En Filipenses capítulo 3, el apóstol Pablo habla de su experiencia pasada de fariseo legalista, de cómo renuncio a su justificación que era a través de las obras y como acepto la justificación por la fe en Cristo Jesús.

III.             La justificación en Santiago
La epístola de Santiago es una epístola más bien pastoral, con muchas advertencias y consejos prácticos para la vida del creyente. Santiago es más práctico que teórico. A él le preocupa como los creyentes viven diariamente su fe. Entre otros temas, trata también el tema de la justificación y de las obras.
La argumentación de Santiago con respecto a la justificación, se desarrolla en torno a la fe y las obras.
En 2:14, él pregunta ¿de que aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podría esta fe salvarlo? luego presenta el ejemplo de unos hermanos necesitados a los no se les ayuda en sus necesidades, simplemente son despedidos en paz. Santiago da a entender que esto no sirve de nada. Y concluye en el v. 17, la fe si no tiene obras está completamente muerta.
En v. 18, él invita al lector a mostrarle una fe sin obras diciendo que tal cosa es imposible. Los demonios también creen, pero esto no les sirve ya para nada. Vuelve a repetir por segunda vez que la fe sin obras es muerta.
Santiago está en contra de una pretensión de fe, una fe meramente intelectual. A Santiago le interesa una fe práctica una fe que produce frutos, una fe que es activa se puede ver a través de obras.
Desde el v. 21, Santiago ofrece como ejemplo a Abraham, diciendo que Abraham fue justificado por obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar y  pregunta ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras?
El versículo 24, es el más difícil, llega a decir, Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. A primera vista parece que Santiago está contradiciendo a Pablo, quien dijo que la justificación es por la fe. Sin embargo si tomamos en cuenta el contexto de la afirmación las cosas son diferentes. Él está hablando en contra de una fe muerta, pero la fe de Abraham no era muerta sino era viva, se puso en movimiento. Es decir Abraham actuó con fe cuando obedeció el orden divino. Es interesante que Santiago igual que Pablo da como ejemplo a Abraham para afirmar que el hombre es justificado también por las obras. Aunque vamos a ver que los dos hablan de momentos diferentes de la vida de Abraham.
El segundo ejemplo que ofrece Santiago, es el de Rahab, cuando oculto a los espías. Ella también actuó movida por la fe y en base a esta obra (ocultar a los espías) fue justificada. Al final en el v. 26, él vuelve a repetir por tercera vez la advertencia de que la fe sin obras está muerta.
Sin adelantarnos mucho en hacer comparaciones entre Santiago y Pablo se puede decir que Santiago está hablando en contra de algunos que pretendían tener fe pero no tenían frutos. Santiago les advierte que esta fe no le sirve para nada.

IV.            La armonía entre la fe y las obras
Muchos cristianos creen que hay una contradicción, un conflicto entre fe y obras, entre la gracia y la ley. Son dos cosas que se oponen y son divergentes. Se aferran solamente a la fe y asocian las obras con el legalismo.
El presente capitulo va a tratar el tema de la relación que hay entre la fe y las obras. Haciendo también una comparación entre Pablo y Santiago.
1.      Una contradicción aparente
Hemos visto anteriormente que tanto Pablo como Santiago al argumentar sobre la justificación dan como ejemplo a Abraham. Sin embargo los dos toman diferentes momentos de la vida de Abraham. Pablo dice que Abraham fue justificado por la fe cuando acepto y creyó la promesa que Dios le hizo. (Ro 4:3) Pablo cita el pasaje de Génesis 15:6. Por otro lado Santiago se refiere a otro momento de la vida de Abraham cuando este ofreció a su hijo como sacrificio. (Gn 22). En aquel momento Abraham ya había sido considerado justo. Su obra de ofrecer a Isaac es de una persona que fue justificada por la fe.
El exegeta Robertson comenta de la siguiente manera el pasaje de Santiago. No se trata de por fe u obras, sino de la prueba de la fe verdadera (fe viva contra fe muerta). La mera profesión de fe sin obras, o una profesión de fe evidenciada viva mediante obras. Esta es la alternativa claramente expuesta. Jacob no está aquí considerando “obras” (obras ceremoniales) como medio de salvación, como Pablo en Gálatas 3 y Romanos 4, sino las obras como prueba de la fe.[4]
Los autores de la Biblia Comentada consideran que “Santiago no trata de pecadores que se justifican por la fe (como Pablo en Rom 4) sino de cristianos, cuyo cristianismo (o fe) debe mostrarse activo por medio de las obras. Tampoco Santiago trata de las obras de qué trata Pablo, principalmente cuando las contrapone a la fe (las obras de la ley ceremonial, especialmente ritos purificatorios), sino que trata de las obras, que son el cumplimiento de los mandamientos morales, ante todo del amor y de misericordia.”[5]
La afirmación de Santiago de que los cristianos son justificados por obras no es contraria a la de Pablo… sino que su afirmación es complementaria. La justificación que le preocupa a Santiago no es la aceptación original del creyente por parte de Dios, sino que la vindicación subsecuente de su profesión de fe por medio de su vida.[6]
Las obras de que nos habla Santiago no son las obras legales, es decir el cumplimiento de la Ley mosaica, sino las obras buenas de caridad. La fe sin las obras es muerta, no porque las obras sean la causa de la vida de la fe, sino porque manifiestan al exterior esa vida.[7]
2.      La justificación y la santificación para una restauración completa
Aunque el apóstol Pablo en sus escritos enfatiza mucho la justificación por la fe de ninguna manera desacredita la necesidad de las obras en la vida del creyente. El análisis de sus escritos deja bien claro que del pecador redimido se espera frutos. Él apóstol no dice que las obras son malas en sí y que el creyente no debe esforzarse en hacer algo. El apóstol está en contra de la idea de hacer obras para ganar la salvación.
En Efesios 2:10, él dice que Dios preparo buenas obras de antemano para que el creyente anduviera en ellas. Es decir Dios capacita y ayuda al creyente en hacer buenas obras. En Col 1:10, el sigue diciendo: “agradando en todo, llevando fruto en toda buena obra…
También Jesús dijo: para que los hombres vean vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios. (Mt 5:16)
La Biblia presenta claramente que las obras tienen su lugar, son el fruto de la fe redentora. En otras palabras la falta de frutos es signo de la falta de fe, en cambio la presencia de frutos es muestra de una fe viva, verdadera.
La persona que ha comprendiendo correctamente la salvación deseara como algo natural hacer buenas obras. Un creyente salvado por la gracia llegara con el poder del Espíritu Santo a ser fructífero. Ellen White lo expresa así: “Si bien es cierto que nuestras diligentes actividades en sí mismas no aseguraran la salvación, también es cierto que la fe que nos une a Cristo impulsará el alma a la actividad.”[8]
Con respecto a la justificación y la restauración del creyente el Comentario Bíblico Adventista dice:
El propósito de Dios no es sólo perdonar pecados pasados; su principal ideal es la restauración del hombre, y ésta sólo se puede experimentar por medio de una fe incondicional en Jesucristo.  Por lo tanto, la justificación no puede ser separada de sus frutos: las experiencias transformadoras de la conversión, el nuevo nacimiento y el consiguiente crecimiento en la santificación. La fe que gozosamente acepta cada fase del programa divino para nuestra restauración y voluntariamente participa de ellas, es la que ha aceptado plenamente la justicia que Cristo imparte inmerecidamente en la justificación.[9]

Conclusión
El estudio de la Biblia, deja bien claro que el creyente es justificado por Dios. Por la fe en Cristo al pecador arrepentido se le imputa la justicia de Cristo. Por otro lado nadie puede obtener la justificación mediante las buenas obras, es imposible para el pecador ganarse la salvación por sus propios méritos.
A pesar de esto las obras tienen su importancia en la vida del creyente. La gracia salvadora de Cristo lo impulsa a la acción, a manifestar su fe a través de una vida fructífera en buenas obras. Ya no como un medio para ganar favores sino como un resultado de haber sido justificado (considerado sin culpa) por Dios.
El estudio de las posiciones de Pablo y Santiago sobre la justificación muestra una armonía entre los dos. En realidad Santiago quien probablemente conocía el pensamiento de Pablo, lo está completando, para contrarrestar a aquellos que pretendían haber sido justificados por la fe pero cuya vida mostraba una falta de frutos.
Al mismo tiempo hay que rechazar también la idea dispensacionalista de que Pablo escribe para los gentiles y Santiago para los judíos. La Biblia es una unidad y tiene un mismo autor, el Espíritu Santo quien no se contradice. Pensar que Dios tiene dos maneras diferentes de salvar; una para los judíos a través de la Ley y una para los gentiles a través de la gracia es un error.
En vez de recurrir a soluciones ingenuas es más sensato aceptar plenamente la posición bíblica de la armonía entre la fe y las obras, la primera es la raíz de donde se nutre el creyente y la segunda son los frutos de una vida bien arraigada en Cristo.
El comentarista Matthew Henry, lo expresa muy bien cuando dice:  
“Que no somos salvos por obras sino para obras. En estas palabras, nuestra salvación no puede depender de obras, pero está orientada hacia el bien obrar. La fe es como la raíz de un árbol; las buenas obras son como los frutos del árbol. Lo que da la vida, la savia, al árbol no es el fruto, sino la raíz; pero el árbol manifiesta que está vivo y sano al dar buenos frutos”.[10]
La conclusión final de todo lo expuesto en este trabajo son las palabras del apóstol Pablo,  Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención. 1Cor 1:30 (RVA)






[1] HARRISON, E. F. y et al.,  Diccionario de Teología. Gran Rapids: Libros Desafíos, 1999, p. 344
[2] BADENAS, Roberto. Más allá de la Ley. Madrid: Safeliz, 2000, p. 203
[3] BADENAS, Roberto. Op. cit., p. 318
[4] ROBERTSON, A. T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Barcelona: Clie, 2003, p. 643
[5] La Sagrada Escritura. Texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús. Madrid: MCMLXVII, 1967, p. 212
[6] HARRISON, E. F. y et al.,  Op. cit., p. 345
[7] SALGUERO, José. Biblia Comentada. Profesores de Salamanca. Madrid: Editorial Católica, 1965, p 55
[8] Comentarios de Ellen White. Comentario Biblico Adventista. Buenos Aires: ACES, TOMO 7-A, 1994, pp. 1111
[9] NICHOL, Francis. y et al., Comentario Bíblico Adventista del séptimo día; Boise, Idaho: PPPA, 1988, Tomo VI; pp.1120

[10] HENRY, Matthew. Comentario Bíblico. Barcelona: Editorial Clie, 1999, p. 1677     

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