Autores:
Vitalie y Viorica Mindru
Introducción
El tema de la fe y las
obras está relacionado con el tema de la salvación. Entre los creyentes hay un
debate sobre esto. Algunos creen que la salvación es por la fe, otros en cambio
piensan que para la salvación hace falta la fe y las buenas obras.
El propósito del
presente trabajo es de analizar el tema de la fe y las obras y tiene dos
objetivos principales. Primero, analizar la relación que hay entre la fe y las
obras en el marco de la salvación. Segundo, ver de qué manera las dos juntas
permite la restauración completa del ser humano.
I.
La
necesidad de la salvación
La caída de Adán y Eva
produjo una separación entre el ser humano y Dios. La paga del pecado requiere
la muerte del pecador. Dios en su gran misericordia en vez de quitarles la vida
a Adán y Eva decidió aplicar su plan de salvación. Este plan suponía la muerte
del Hijo de Dios, la tercera persona de la deidad, en lugar del hombre pecador.
El plan de la salvación
se puso en marcha desde la caída de la primera pareja en Edén, pero tuvo su
punto culminante en la muerte de Jesucristo en la cruz de Gólgota. Biblia nos
presenta un Dios santo que ama al pecador pero que aborrece el pecado. Precisamente
por esto, para salvar al hombre pecador, Dios Padre permitió la muerte de su
Hijo. A través de su muerte Jesús pagó por los pecados de toda la humanidad y
satisface la justicia de Dios.
II.
La
fe y la salvación
Para
empezar se tiene que definir los términos. En primer lugar ¿Qué es la fe?
Según el Diccionario
Bíblico Adventista[1]
la fe es:
1) Confianza
del corazón y de la mente en Dios y sus caminos que nos conduce a actuar en
armonía con su soberana voluntad.
2) Lo
que se cree; el sistema de doctrinas cristianas.
3) Fidelidad,
lealtad.
1)
La fe como un
don de Dios
Naturalmente cada hombre tiene
la capacidad de creer, cada uno deposita su confianza en alguien o en algo. Por
ejemplo alguien confía en un amigo o un familiar, alguien pone su confianza en
el dinero, etc. Además de esta clase de fe o de confianza, la Biblia habla
también de la fe salvadora, aunque la llama simplemente la fe. Y dice que “Sin fe es imposible agradar a Dios…”.
(Hch 11:6) ¿Pero cómo llega una persona a creer?
La Biblia dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por
la palabra de Dios” (Ro 10:17). Cuando una persona oye el mensaje de Dios
tiene la posibilidad de aceptarlo o rechazarlo. En momento en que decide
aceptar el mensaje, él da permiso al Espíritu Santo a dotarlo con el don de la
fe. De esta manera en su alma nace la fe, que va a crecer a medida en que él
sigue escuchando y aceptando la palabra de Dios en su vida.
Ahora ¿Qué relación hay entre la fe y la salvación?
La Biblia enseña que para la
salvación se hace falta la fe. Pablo dice al carcelero de Filipos: “…Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo
tú y tu casa” (Hch 16:31).
Dios le ofrece al ser humano la salvación que
incluye el perdón y la restauración a la imagen de Dios. El apóstol Pablo dice:
“porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios”
(Ef 2:8).
El hombre debe someter su
voluntad a la voluntad de Dios para poder recibir el don de la fe y para que la
fe tenga poder en su vida. Es decir, el hombre debe desear ejercer la fe que
Dios le da, para que esta se fortalezca más y más y pueda producir los frutos
deseados por Dios.
Para Purkiser, la fe
tiene dos aspectos relacionados entre sí; en
primer lugar es una respuesta a la revelación divina, significa asentimiento
racional a lo que Dios nos hace saber de sí mismo. En segundo lugar, la fe es
compromiso u obediencia, respuesta de nuestro ser integro ante las exigencias
que nos plantea la auto-revelación de Dios.[2]
Por su parte Mayer Pearlman define la fe de la
siguiente manera: “La fe en el sentido
bíblico del vocablo significa creencia y confianza. Es el asentimiento de la
mente o intelecto, y el consentimiento de la voluntad. Con respecto al
intelecto, es creencia en ciertas verdades reveladas, relativas a Dios y el
Cristo.; con referencia a la voluntad, es la aceptación de estas verdades según
dirigen los principios de la vida.”[3]
Así que la fe no es simplemente
una aceptación intelectual, mental de la existencia de Dios, es mucho más. La
fe salvadora, como don de Dios incluye confianza en Dios y obediencia a sus
normas morales. La fe es el don de Dios que una persona debe aceptar, ejercer,
poner en práctica y alimentar.
2) Los
frutos de la fe
Como hemos mencionado
anteriormente la salvación no es solamente el perdón de los pecados, sino que
incluye también la restauración de la persona a la semejanza de Cristo. (Gal
2:20) La verdadera fe siempre producirá un cambio en una persona. Si no se
produce una transformación radical del carácter, probablemente esta fe no es más
que palabras sin ningún compromiso. Según Santiago esta fe no salva a nadie.
(Stg 2:14-26)
El apóstol Pablo cuando
alaba la fe como el don de Dios para la salvación, también añade que las buenas
obras son el fruto de la regeneración operada por Dios en el creyente (Ef 2:10).
III.
Las obras y la salvación
Si la salvación así
como hemos visto en la Biblia es el don gratuito de Dios que lo recibimos por
la fe, entonces ¿para qué sirven las obras?
En primer lugar hay que destacar el hecho de que la
Biblia anima y exhorta al creyente a hacer buenas obras. Jesús dijo: “Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt 5:16). Si eso es así, el problema es comprender que
tienen que ver las obras con la salvación.
1) La
salvación no es un resultado de las obras
Al contrario de lo que algunos cristianos creen, la
Biblia enseña claro que la salvación no se gana haciendo buenas obras. El apóstol Pablo dice: “…por cuanto por las obras de la Ley nadie será
justificado” (Gal 2:16).
También dice: “nos salvó, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.” (Tito 3:5)
Para muchos cristianos las
afirmaciones de Pablo con respecto a las obras de la ley presentan
dificultades. Para comprender a Pablo hay que tener en cuenta su lucha con los
que predicaban una justificación a través de la obediencia a los requisitos de
la ley ceremonial. El apóstol rechaza categóricamente cualquier intento humano
de auto justificación y enseña claramente que la justificación es solamente a
través de la fe en Cristo Jesús.
2) La
importancia de las obras
Hemos visto dos
aspectos de las obras. Primero, la Biblia condena el intento de justificarse mediante
las buenas obras. En segundo lugar hemos visto que la Biblia nos exhorta a
hacer buenas obras. ¿Cómo se armonizan estas dos ideas?
El problema es ver
cuando vienen las obras antes de la salvación o después, es decir, antes de
aceptar la justificación de Cristo o después.
La Biblia invita al
pecador a venir a Cristo tal como es. Cristo mismo dijo que ha venido a buscar
a los pecadores. También la Biblia nos enseña que las buenas obras son como una
respuesta natural a lo que Dios hizo por nosotros, es decir murió para
salvarnos. Es el resultado de nuestra respuesta voluntaria, es nuestro
reconocimiento a su amor.
En este sentido las
buenas obras son un fruto de la fe. Las obras no son para recibir la salvación
sino son un resultado de que hemos sido salvados.
La persona que ha comprendiendo correctamente la
salvación deseara como algo natural hacer buenas obras. Un creyente salvado por
la gracia llegara con el poder del Espíritu Santo a ser fructífero. “Si bien es cierto que nuestras diligentes
actividades en sí mismas no aseguraran la salvación, también es cierto que la
fe que nos une a Cristo impulsará el alma a la actividad.”[4]
La salvación del pecador le
costó muy caro a Dios, él dio lo más valioso que tenía, a su propio Hijo. El
intento de ganarse la salvación a través de obras meritorias significaría no
entender cuánto cuesta la salvación.
IV.
La
fe y las obras para una restauración completa
Veamos ahora dos pensamientos
en la Biblia que tienen que ver con el tema de la fe y las obras. El pensamiento
de Pablo y el pensamiento de Santiago. Aparentemente cuando los comparamos
parece que los dos están en contradicción. Pablo insiste en que el creyente es
justificado por la fe y da como ejemplo a Abraham a quien Dios lo justifico por
la fe (Gal 3:6-18). Por su parte Santiago dice que el hombre es justificado por las obras y no solamente por
la fe (Stg 2:24).
Sin embargo un análisis
cuidadoso de los escritos de Pablo y Santiago revela que no hay ninguna contradicción
entre los dos.
“La
contradicción no es más que aparente, Pablo hubiera suscrito esta afirmación de
Santiago, en el sentido que Santiago le da; pues significa que el hombre no
puede ser justificado, por una fe a la que las obras no acompañen, por una fe,
cuya ausencia de obras, proclama su falsedad. El apóstol Pablo, ¿no ha estaba
diciendo lo mismo que Santiago cuando declaro que no hay más que una cosa que
sirva, es decir que salve, y que es “la fe que obra por el amor”[5]
Según la Biblia en el momento de la justificación,
el hombre nace de nuevo, recibe una nueva naturaleza y es incorporado a Cristo.
Pero ahora entra un nuevo factor: el elemento tiempo, entre la “primera fe” y
las buenas obras. Pablo sostiene que Dios acepta al hombre tan pronto como este
cree. Santiago está pensando en un hombre que cree, pero que ha despreciado
toda oportunidad para las buenas obras desde el día en que tuvo su “primera fe”.
Santiago busca fruto, pero solo encuentra hojas.
En el momento de la conversión, la fe es todo para
él. Durante la subsiguiente vida cristiana, de “andar” del creyente, él tiene
que evitar el pecado. Él debe obedecer positivamente a Dios (Ro 6:1-4; Ef
2:8-10). Este hincapié de Pablo en las
buenas obas se refleja en el concepto de Santiago, según el cual la fe sin
obras es vana. (Stg 2:14). Esa realmente no es fe; ciertamente no es fe
cristiana. Estas dos posiciones no son incompatibles. Pablo piensa en su
continuación. En el comienzo, lo único que se necesita es la fe; si la fe es
genuina, las obras tienen que venir como resultado.[6]
“Santiago no
trata de pecadores que se justifican por la fe (como Pablo en Rom 4) sino de
cristianos, cuyo cristianosmo (o fe) debe mostrarse activo por medio de las
obras. Tampoco Santiago trata de las obras de que trata Pablo, principalmnte
cuando las contrapone a la fe (las obras de la ley ceremonial, especialmente
ritos purificatorios), sino que trata de las obras, que son el cumplimiento de
los mandamientos morales, ante todo del amor y de misericordia.”[7]
Tanto Pablo como Santiago coinciden en que la vida
del creyente debe ser caracterizada por buenos frutos. Es decir, la gracia
salvadora producirá un cambio en la persona un cambio que se podrá ver. Sin ser
un objetivo en sí las obras más bien serán un resultado natural de caminar en
la fe.
De hecho la fe y las obras trabajan juntos para la
restauración completa del pecador a la semejanza de Cristo. Las dos deben ir
juntos de una manera equilibrada. La fe puede ser ejercitada de manera práctica
a través de las obras. En cambio si alguien pone demasiado énfasis en las obras
corre el peligro de caer en legalismo, intentar ganarse la justificación. Pera
evitar las extremas y para encontrar el equilibrio hay que fijar la mirada en
Cristo. Comprender el don de salivación que él ofrece gratuitamente y aceptar
su obra de regeneración que él quiere hacer.
Conclusión
Como hemos visto la fe
y las obras en la vida del creyente no están en conflicto. La primera es el
motor y la segunda es el resultado o el remolque. Jamás hay que poner el
remolque delante del coche, siempre tiene que estar detrás. Pero las dos deben
ser presentes en la vida del creyente.
Matthew Henry tiene
mucha razón cuando dice: “Que no somos
salvos por obras sino para obras. En estas palabras, nuestra salvación no puede
depender de obras, pero está orientada hacia el bien obrar. La fe es como la
raíz de un árbol; las buenas obras son como los frutos del árbol. Lo que da la
vida, la savia, al árbol no es el fruto, sino la raíz; pero el árbol manifiesta
que está vivo y sano al dar buenos frutos”.[8]
Una comprensión
correcta de lo que Cristo ha hecho por cada pecador ayudaría a evitar los
extremos. La salvación es el don gratuito de Dios que lo recibimos por la fe. El
creyente es llamado a creer en lo que Cristo ha hecho por él, y aceptar la obra
que Cristo quiere hacer en él. Las
buenas obras nunca deben ser una obsesión, ellas serán un resultado natural de
estar en Cristo.
[1] NEUFELD, Don.
Diccionario Bíblico Adventista del séptimo día. Buenos Aires. ACES, 1995, p.
446
[3] MAYER, Pearlman. Teología
Bíblica y Sistemática. Miami: Editorial Vida, 1989, pp. 246
[4]
Comentarios de Ellen White. Comentario
Biblico Adventista. Buenos Aires: ACES, TOMO 7-A, 1994, pp. 1111
[5] VINET, citado por VAUCHER,
Alfred. La historia de la Salvación.
Madrid: Safeliz, 1988, p. 293
[6] FAFASULI, Tito. y et al., Nuevo
Comentario Biblico. Londres: Casa Bautista de Publicaciones, 1981, p. 912
[7] La Sagrada Escritura. Texto y comentario por profesores de la Compañía
de Jesús. Madrid: MCMLXVII, 1967, p. 212
No hay comentarios:
Publicar un comentario